Hoy 5 de agosto, el evangelio nos narra que el miedo a la cruz por parte de los discípulos es revelado por Jesús. Seguir a Jesús implica asumir el camino de la cruz. Ganar la vida es saber perderla en el anuncio gozoso del Evangelio. Los santos y los mártires tomaron la cruz a pesar de lo difícil que era. Jesús invita a los discípulos de todos los tiempos a buscar el Reino de Dios y su justicia, y con ello, lo que implica asumir esta tarea: persecuciones, rechazo, angustia y muerte. Señor Jesús, tú nos llamas a ser profetas, sacerdotes y reyes, ayúdanos a asumir el bautismo con decisión. Por eso, no tengáis miedo de mirar a Cristo. Mirad al Señor con ojos atentos y descubrireis en Él el rostro mismo de Dios. Al contacto de Jesús despunta la vida. Lejos de Él sólo hay oscuridad y muerte. ¡Buscad a Cristo! ¡Mirad a Cristo! ¡Vivid en Cristo!». Porque en nuestra época no son pocas las conversiones entendidas como el regreso de quien, después de una educación cristiana, tal vez superficial, se ha alejado durante años de la fe y después redescubre a Cristo y su Evangelio. En el Libro del Apocalipsis leemos: ‘Mira, estoy de pie a la puerta y llamo. Si alguien escucha mi voz y abre la puerta, entraré en su casa y cenaré con él y él conmigo’. Nuestro hombre interior debe prepararse para ser visitado por Dios, y precisamente por esto no debe dejarse invadir por los espejismos, las apariencias, las cosas materiales. Y solo será posible en esta intimidad con Jesús Sacramentado y Su Palabra divina, te invito a que digas conmigo: Te adoro con devoción, Dios escondido, oculto verdaderamente bajo estas apariencias. A Ti se somete mi corazón por completo, y se rinde totalmente al contemplarte. Al juzgar de Ti, se equivocan la vista, el tacto, el gusto; pero basta el oído para creer con firmeza; creo todo lo que ha dicho el Hijo de Dios: nada es más verdadero que esta Palabra de verdad. En la Cruz se escondía sólo la Divinidad, pero aquí se esconde también la Humanidad; sin embargo, creo y confieso ambas cosas, y pido lo que pidió aquel ladrón arrepentido. No veo las llagas como las vió Tomás pero confieso que eres mi Dios: haz que yo crea más y más en Ti, que en Ti espere y que te ame. ¡Memorial de la muerte del Señor! Pan vivo que das vida al hombre: concede a mi alma que de Ti viva y que siempre saboree tu dulzura. Señor Jesús, Pelícano bueno, límpiame a mí, inmundo, con tu Sangre, de la que una sola gota puede liberar de todos los crímenes al mundo entero. Jesús, a quien ahora veo oculto, te ruego, que se cumpla lo que tanto ansío: que al mirar tu rostro cara a cara, sea yo feliz viendo tu gloria. Hoy en especial jueves de adoración al Santísimo Sacramento quiero que lo adores y visites diario para que puedas ver Su obra en ti. Hoy se habla mucho de un mundo mejor, que todos anhelan: sería nuestra esperanza. No sé si este mundo mejor vendrá y cuándo vendrá. Lo seguro es que un mundo que se aleja de Dios no se hace mejor, sino peor. Sólo la presencia de Dios puede garantizar también un mundo bueno. Una esperanza es segura: Dios nos aguarda, nos espera; no vamos al vacío; Él nos espera. Dios nos espera y, al ir al otro mundo, nos espera la bondad de la Madre, y la de San José, encontramos a los nuestros, encontramos el Amor eterno. Dios nos espera: esta es nuestra gran alegría y la gran esperanza. María y San José nos visitan, y es la alegría de nuestra vida, y la alegría es esperanza. Te coloco a ti y a tu familia ante Jesús Sacramentado. ¡Dios te bendiga y proteja siempre!🙏
P. Jorge Villa
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