asunción de la virgen

Asunción de la Virgen – Evangelio lunes 15 de agosto

Hoy 15 de agosto, el evangelio nos narra que María, después de haber concebido a Jesús por obra del Espíritu Santo, va a visitar a su prima Isabel, también ella esperando un niño milagrosamente. En este encuentro lleno de Espíritu Santo, María expresa su alegría con el cántico del Magnificat, porque ha tomado plena conciencia de las grandes cosas que se realizan en su vida: por medio de Ella se cumple la esperanza de su pueblo. Al finalizar su vida terrena, la Madre de Cristo ascendió en alma y cuerpo al cielo, en la gloria de la vida eterna, en plena comunión con Dios. Porque la solemnidad de la Asunción de María, nos recuerda que Ella es aurora y esplendor de la Iglesia triunfante; Ella es el consuelo y la esperanza del pueblo todavía peregrino. Encomendémonos a su intercesión maternal, para que nos obtenga del Señor reforzar nuestra fe en la vida eterna; para que nos ayude a vivir bien el tiempo que Dios nos ofrece con esperanza. Una esperanza cristiana, que no es sólo nostalgia del cielo, sino también deseo vivo y operante de Dios aquí en el mundo, deseo de Dios que nos hace peregrinos incansables, alimentando en nosotros la valentía y la fuerza de la fe, que al mismo tiempo es valentía y fuerza del amor. Y que fue el venerable Pío XII con esto se pronunció como un dogma de la Iglesia: “Después de elevar a Dios muchas y reiteradas veces y de invocar la luz del Espíritu de la Verdad, para gloria de Dios omnipotente, que otorgó a la Virgen María su peculiar benevolencia; para honor de su Hijo, Rey inmortal de los siglos y vencedor del pecado y de la muerte; para aumentar la gloria de la misma augusta Madre y para gozo y alegría de toda la Iglesia, con la autoridad de nuestro Señor Jesucristo, de los bienaventurados Apóstoles Pedro y Pablo y con la nuestra, pronunciamos, declaramos y definimos ser dogma divinamente revelado, que la Inmaculada Madre de Dios, siempre Virgen María, terminado el curso de su vida terrena fue asunta en cuerpo y alma a la gloria celestial”. Así la tenemos a Ella, como nuestra Madre del cielo e intercesora ante Su Hijo Jesús por nuestras almas, necesitadas de esta gracia divina para hacer en todo la voluntad de Dios. Porque cuanto más me huyas, Señor, más te llamaré y derramare tantas lágrimas que al fin vendrás, y al venir, disfrutaré en la tierra las delicias del cielo. Dame tu ayuda para cumplir lo que te ofrezco; sin Ti nada soy, sin Ti nada puedo, nada valgo. Fortaleceme, Dios mío y desafiaré las tempestades. Y estemos seguros de que ninguna lágrima, ni de quien sufre ni de quien está a su lado, se pierde delante de Dios. La Virgen María guardó en su corazón de madre el secreto de su Hijo y compartió con Él la hora dolorosa de la pasión y la crucifixión, sostenida por la esperanza de la resurrección. A Ella le encomendamos a las personas que sufren y a quienes se esfuerzan cada día por sostenerlas, sirviendo a la vida en cada una de sus fases: padres, profesionales de la salud, sacerdotes, religiosos, investigadores, voluntarios y muchos otros más. Oramos por todos y los coloco ante Jesús Sacramentado a ti y a toda tu familia. ¡Dios te bendiga y proteja siempre!🙏

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