Cuarto Domingo de Cuaresma

Hoy 19 de marzo, cuarto Domingo de Cuaresma, llamado en latín domingo ‘Laetare’, es decir, ‘Alégrate’, la Liturgia nos invita a alegrarnos porque se acerca la Pascua, el día de la victoria de Cristo sobre el pecado y la muerte. Pero, ¿dónde se encuentra el manantial de la alegría cristiana sino es en la Eucaristía, que Cristo nos ha dejado como alimento espiritual, mientras somos peregrinos en esta tierra?

Cuarto Domingo de Cuaresma

La Eucaristía alimenta en los creyentes de todas las épocas la alegría profunda, que está íntimamente relacionada con el amor y la paz, y que tiene su origen en la comunión con Dios y con los hermanos, y día también especial de la memoria de San José, lo Veneramos porque en él se perfila como el hombre nuevo, que mira con coraje y confianza al futuro. Él No sigue su propio proyecto, sino que se confía totalmente a la infinita misericordia de Aquel que anuncian las profecías y abre el tiempo de salvación. Él ha sido el árbol bendito por Dios, no para dar fruto, sino para dar sombra protectora. Su vida de silencio nos enseña, sobre todo, a saber esperar en la oscuridad, firmes en la fe. Que su ejemplo nos acompañe en todo momento. Dios tiene sed de tu fe y de tu amor. Como un padre bueno y misericordioso, desea para ti todo el bien posible, y este bien es Él mismo. La seducción de las riquezas materiales es fuerte pero tajante tiene que ser nuestra decisión de no idolatrarlas, el mundo ha oído lo suficiente de lo que llaman ‘derechos del hombre’. Es el momento de que escuchemos algo sobre los derechos de Dios; meditemos juntos este salmo y hazlo tuyo : El que habita al abrigo del Altísimo se acoge a la sombra del Todopoderoso. Yo le digo al Señor: Tú eres mi refugio, mi fortaleza, el Dios en quien confío. Solo Él puede librarte de las trampas del cazador y de mortíferas plagas, pues te cubrirá con sus plumas y bajo sus alas hallaras refugio. ¡Su verdad será tu escudo y tu baluarte! No temerás el terror de la noche, ni la flecha que vuela de día, ni la peste que acecha en las sombras, ni la plaga que destruye a mediodía. Podrán caer mil a tu izquierda y diez mil a tu derecha, pero a ti no te afectará. No tendrás más que abrir bien los ojos, para ver a los impíos recibir su merecido. Ya que has puesto al Señor por tu refugio, al Altísimo por tu protección, ningún mal habrá de sobrevenirte, ninguna calamidad llegará a tu hogar. Porque Él ordenará que sus ángeles te cuiden en todos tus caminos. Con sus propias manos te levantarán para que no tropieces con piedra alguna. Aplastarás al león y a la vibora ¡hollarás fieras y serpientes! «Yo lo libraré, porque él se acoge a mi. Yo protegeré, porque reconoce mi nombre. Él me invocará, y yo le responderé, estaré con él en momentos de angustia; lo libraré y lo llenaré de honores. Lo colmaré con muchos años de vida y le haré gozar de mi salvación». (Salmo 91). Pidamos pues a San José e imitémoslo para como él estemos confiados y dóciles a la voluntad de Dios y así estar cerca de María y de Jesús Sacramentado. Te coloco ante Jesús Sacramentado a ti y a toda la familia. ¡Dios te bendiga y proteja siempre!🙏

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