Hoy 3 de septiembre, el evangelio nos narra que la libertad y la obediencia cristianas son docilidad a la Palabra de Dios, y hay que tener esa valentía de convertirse en odres nuevos, para este vino nuevo que viene continuamente. Esta valentía de discernir siempre: discernir, no relativizar. Discernir siempre que hace el Espíritu, qué quiere y a donde me lleva el Espíritu en mi corazón. Discernir y obedecer. Pidamos la gracia de la docilidad a la Palabra de Dios, a esta Palabra que es viva y eficaz, que discerne los sentimientos y los pensamientos del corazón.
Porque muchos están dispuestos a rasgarse las vestiduras ante escándalos e injusticias cometidos naturalmente por otros, pero pocos parecen dispuestos a obrar sobre el propio corazón, sobre la propia conciencia y las intenciones, dejando que el Señor transforme, renueve y convierta. Ya que la humanidad de nuestro tiempo ¿espera todavía un Salvador? Da la impresión de que muchos consideran que Dios es ajeno a sus intereses. Aparentemente no tienen necesidad de Él, viven como si no existiera y, peor aún, como si fuera un obstáculo que hay que quitar para poder realizarse.
Seguramente también entre los creyentes algunos se dejan atraer por seductoras quimeras y desviar por doctrinas engañosas que proponen atajos ilusorios para alcanzar la felicidad. Sin embargo, a pesar de sus contradicciones, angustias y dramas, y quizá precisamente por ellos, la humanidad de hoy busca un camino de renovación, de salvación; busca un Salvador y espera, a veces sin saberlo, la venida del Señor que renueva el mundo y nuestra vida, la venida de Cristo, el único Redentor verdadero del hombre y de todo el hombre.
Ciertamente, falsos profetas siguen proponiendo una salvación ‘barata’, que acaba siempre por provocar fuertes decepciones. Por eso, como dice la Palabra de Dios: ‘No se angustien por nada, y en cualquier circunstancia, recurran a la oración y a la súplica, acompañadas de acción de gracias, para presentar sus peticiones a Dios. Entonces la paz de Dios, que supera todo lo que podemos pensar, tomará bajo su cuidado los corazones y los pensamientos de ustedes en Cristo Jesús’. (Filipenses 4,6-7). Te coloco ante Jesús Sacramentado a ti y a toda tu familia. ¡Dios te bendiga y proteja siempre!🙏
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